La composición
basada en la armonía constituye una
yuxtaposición de formas cromáticas y
gráficas independientes que se sitúan fuera de
la necesidad interior formando una totalidad
llamada comúnmente cuadro.
Sólo las partes aisladas importan: todo
lo demás (incluso la conservación del elemento
figurativo) es secundario.
Lógicamente, este principio también influye
en la combinación de colores. De
acuerdo con este principio de la antilógica se
combinan colores que durante largo tiempo
fueron considerados disarmónicos. Por
ejemplo, el rojo y el azul, colores que físicamente
no tienen ningún punto de contacto,
pero que precisamente por su profunda
oposición espiritual constituyen hoy las
armonías más eficaces e idóneas. Esta
armonía se basa ante todo en el principio
del contraste, que en todas las épocas ha
sido un principio rector del arte. Nuestro
contraste, sin embargo, es interior y excluye
cualquier ayuda, considerada como un
estorbo superfluo de otros principios de la
armonía.
Palabras tomadas del libro de Vassily Kandinsky "De lo espiritual en el arte"