Cuando la niebla es paisaje
la tierra se vuelve muda,
los oídos sordos
y la mirada humo.
Un halito de espíritu
desvanece colores
formas y caminos.
Inocuos fantasmas
nos tocan la piel
para advertirnos
que es el mágico momento
de los tiempos perdidos.
Autor: Francisco Javier Barbadillo